Porqué gritan las paredes
Por Gabriel Gris
Siempre me ha gustado caminar. Creo que tiene que ver con haber crecido en la quinta región, una ciudad pequeña donde se caminaba harto. Cuando llegué a Santiago, mantuve ese gusto para evitar el caos del Metro y siempre me trajo regalos inesperados: Encontrarme con amigos, música nueva en los audífonos, un cafecito a mitad de camino. Y claro, una que otra fotografía.
Fue aplanando el pavimento que empecé a enamorarme de los rayados en las paredes. Esos que encontraba camino a la pega o al supermercado. Esos que eran la estrofa de una canción, el ruego de un amante con el corazón roto, un divertido juego de palabras y hasta un grito de furia. Me enamoré de que fueran permanentes y efímeros, todo en uno, tatuajes en el cuerpo de la ciudad que se escribían y se borraban con pintura. Así nació “Santiago Dice” (@stgodice en Instagram).
Desde su creación en abril del 2019, me transformé en un cazador de esta poesía popular. Caminando con amigos, bajándome de las micros e incluso saliendo más temprano de mi casa para descubrir nuevas rutas y toparme con escritos frescos en la pared. Llevaba algunos meses en esa labor, lentamente subiendo seguidores, cuando llegó una fecha que cambió lo que era Santiago Dice: 19 de octubre. En esos meses de manifestaciones diarias, viviendo a solo unas cuadras de la “zona cero”, lo que aparecía en las paredes se transformó en un documento histórico de nuestra realidad.
A veces, me escriben que los rayados son “feos”, violentos y que están destruyendo la ciudad. En otras ocasiones, son rápidos en acusar un horror ortográfico del artista. Sin embargo, mi punto de vista es diferente: Frente a los rayados, a veces, hay que dar un paso atrás y observarlos más allá de lo literal, de su materialidad y atractivo ¿Por qué todo el arte tiene el deber de ser hermoso? ¿No es el propósito de la manifestación artística también provocar, enojar e incomodar? A mí me gusta pensar que si.
Porque claro, al final del día, el rayado no le hace daño a nadie. No es un carabinero golpeando a un manifestante, no es una pobreza dura sin ayudas estatales, una deuda universitaria ni la espera eterna por una atención médica. Es pintura. Y si la pintura te molesta más que cualquiera de estas situaciones, el análisis debería ser muchísimo más profundo. Es el lenguaje como arma frente a enemigo que ejerce violencia simbólica y física sobre las distintas manifestaciones culturales y populares.
Hay que analizar la lucha detrás, el valor de tomarse un lugar cuando no tienes lugar y finalmente, lo anodino de rayar una pared para expresar lo que sientes. Porque sí, al final, es solo una pared pintada… pero es tanto más que eso. Retratarlos tiene un valor fundamental para entender por qué Chile entero salió a manifestarse a fines del 2019, gritando en las calles y también en las paredes.
“Donde ustedes ven el miedo, nosotros vemos verdad” dice Ana Tijoux en una de sus canciones, y en cada rayado hay sentimiento y hay verdad, más que todo en un país que se guardó tanta por tanto tiempo. Tomándose los espacios públicos, las comunas del centro, para hacer ver un descontento que incomoda, pero que hoy más que nunca es necesario de entender. Si no escuchamos lo que Santiago dice, lo que todo Chile dice, estamos destinados a seguir borrándolo una y otra vez.